Apatía, tristeza, irritación, fatiga, insomnio, ansiedad…. Se acabaron las vacaciones, los días de playa y de piscina, los viajes y como no la diversión con los amigos y con la familia.
El síndrome post-vacacional presenta signos muy similares a los de cualquier depresión. Aparece con frecuencia cuando tenemos que volver a nuestra rutina y cobra mayor importancia cuando estamos descontentos con nuestro trabajo. No solo les ocurre a los adultos, también les ocurre a algunos niños a la vuelta de las vacaciones. Pero ojo, no hay que confundirlo con una depresión clínica como tal.
La mayoría de personas pensamos que el síndrome post-vacacional simplemente aparece por la vuelta a la rutina y nada más. Pero existe una explicación mucho más completa. Las personas habitualmente necesitamos unas condiciones para desarrollar nuestras actividades y organizarlas. Para ello necesitamos una rutina de acuerdo a nuestro biorritmo natural. Toda esa actividad está de acuerdo con una especie de reloj interno que marca el estado en el que el organismo se encuentra.
Sabemos de sobra que durante las vacaciones nuestro ritmo de vida sufre un cambio significativo, por lo tanto, se produce un fallo en ese biorritmo habitual: desaparece el ritmo de trabajo, los períodos de descanso se prolongan a lo largo del día, el descanso al mediodía adquiere una mayor importancia favorecida muchas veces por una actividad nocturna intensa, la hora de acostarse y de levantarse se retrasa. Todo ello, unido a una falta completa de rutina y un desorden total de nuestros hábitos da lugar a que nuestro biorritmo se vea profundamente afectado. Por tanto será mucho más difícil la adaptación a la nueva rutina, apareciendo el síndrome post-vacacional.
En muchas ocasiones, unido a lo anterior, aparece una falta de motivación por el trabajo, por la familia y por la vida general. Y como no, por el simple hecho de pensar que todavía queda un año para volver a tener las ansiadas vacaciones. Lo cual contribuye a que el proceso de adaptación sea mucho más duro.
Dicho lo anterior parece fácil que cualquiera de nosotros padezcamos el síndrome post-vacacional. Entonces… ¿cómo podemos prevenirlo? Pues bien, lo primero de todo es no alargar las vacaciones volviendo progresivamente a la rutina días antes de comenzar a trabajar. Es mejor que poco a poco vayamos volviendo a levantarnos y acostarnos pronto, realizar las comidas en el mismo horario,… en definitiva ir recuperando los hábitos cotidianos. Igualmente debemos hacerlo con los más pequeños, para que la vuelta al cole sea más llevadera.
Durante este tiempo es recomendable que pongamos en marcha nuevos proyectos (aunque simplemente sean pensamientos) para motivarnos a trabajar y a ponernos en marcha. También es un buen momento para pensar sobre lo que deseas cambiar y corregir, tanto en el ámbito laboral como en el personal. El estar tiempo fuera de la cotidianidad ayuda a que detectemos más rápidamente lo que no funciona y por tanto podemos plantearnos cambiar.
Una vez incorporados al trabajo es mejor asumir responsabilidades poco a poco y no de golpe, ya que esto podría agobiarnos, claro está, si nuestro trabajo nos lo permite. Asimismo sería conveniente desarrollar alguna actividad de ocio que sea compatible con nuestro trabajo, de esta manera el cambio no será tan brusco y podremos seguir disfrutando de nuestro tiempo libre.
La mejor prevención es mantener una actitud optimista y positiva hacia la vida. Piensa que es lo que más te gusta de tu trabajo y en qué te beneficia. Y por supuesto, no te enfrasques en tu rutina, el día es largo y hay mucho por hacer, dedícale tiempo a la familia y a los amigos, y como no, dedícate tiempo a ti mismo.
Y recuerda, en la mayoría de personas el síndrome post-vacacional suele desaparecer tras unos días de adaptación. Si el problema persiste durante varias semanas es recomendable que te plantees lo que está ocurriendo y pidas ayuda a un profesional para que te oriente y te ayude a superar esta situación.
Mª Pilar Ferre Ribera