No sé dónde estoy, no sé quién soy

Marta, de 27 años de edad, trabajaba como profesora de secundaria en un colegio de Valencia. Estaba casada desde hacía dos años y recientemente había tenido un aborto de la hija que esperaba. Un día bajó a la calle para hacer varios recados, pero ese día no volvió.

A las horas de irse de casa, su marido se percató de que estaba tardando muchísimo en volver. Le llamó al móvil y vio que se lo había dejado en casa, al igual que toda la documentación. Pasaban los días y nadie tenía ninguna información sobre Marta. Su familia la buscó desesperadamente, pero había desaparecido.

Semanas más tarde apareció en un hospital de Madrid, estaba desorientada y confusa. No sabía dónde estaba ni quién era. ¿Qué le había pasado?

Los que estéis relacionados con la psicopatología mental sabréis de lo que estamos hablando, para los que no, nos encontramos ante un caso de fuga disociativa.

La alteración esencial de este trastorno consiste en viajes repentinos e inesperados lejos del hogar o del puesto de trabajo, con incapacidad para recordar el pasado. En muchas ocasiones, las personas con estado de fuga disociativa están confundidas con respecto a su identidad, es decir, no saben quiénes son. En otras, asumen una nueva identidad, que creen firmemente, sin poder recordar absolutamente nada de su identidad anterior. Los desplazamientos suelen ser a lugares previamente conocidos y de cierto significado afectivo para la persona.

Cuando el estado disociativo cesa puede que estén muy lejos de casa, por eso hablamos de que no saben dónde están ni qué es lo que les ha ocurrido. Después de la recuperación de la fuga, los recuerdos anteriores suelen volver intactos, pero por lo general hay amnesia del episodio de fuga.

En la mayoría de los casos, la fuga dura tan solo unas horas, pero también puede permanecer durante semanas, meses y en casos extremos, años bajo otra nueva identidad. Además, puede que este estado ocurra dos o más veces a lo largo de la vida. Por tanto, será muy importante realizar un buen diagnóstico diferencial de este estado con el trastorno de identidad disociativo y la amnesia disociativa.

Aunque no se conocen exactamente las causas de la fuga disociativa, éstas pueden estar ligadas a circunstancias estresantes para la persona, de las cuáles quiere escapar y no encuentra las herramientas necesarias para manejar las situaciones o eventos traumáticos por los que está atravesando.

En definitiva, la disociación es un mecanismo psicológico de defensa, donde la identidad, la memoria, las ideas, los sentimientos o las percepciones se encuentran separadas del conocimiento consciente.

Mª Pilar Ferre Ribera