Condicionamiento Operante

En un post anterior ya os comenté que es muy importante e imprescindible conocer como aprendemos diferentes comportamientos y por ende trastornos emocionales. Explicamos el método más simple de todos, el Condicionamiento Clásico. Si aún no habéis leído el post podéis encontrarlo aquí

Por tanto, siguiendo con los métodos de aprendizaje hoy vamos a conocer el Condicionamiento Operante. Es un poco más complicado que el Clásico, pero para mi entender es más fácil de comprender y de observar en la vida diaria, sobretodo en niños.

Antes que nada quería haceros una pregunta ¿Existe algún comportamiento humano que no esté reforzado? En estos momentos, muchos de vosotros no sabréis a que me refiero, pero después de la siguiente explicación lo entenderéis.

El Condicionamiento Operante fue descrito por el grandioso Skinner, el cual empezó sus investigaciones con palomas sobre 1920. El término lo acuñó a partir de Thorndike, el cual expuso el Condicionamiento Instrumental, pero viene a ser lo mismo.

Algunos de vosotros habréis oído hablar de la Caja de Skinner. En ella se podían manipular toda clase de estímulos para proporcionar o no comida al animal. En dicha caja había una luz, la cual se encendía cuando el animal podía disponer de comida. Pero para que pudiera disponer de tal comida la paloma debía aprender a apretar una palanca, sino no obtenía lo que deseaba. Es decir, si la luz estaba encendida y el animal apretaba la palanca aparecía la comida. Bastaron pocos ensayos para que la paloma aprendiera a obtener su refuerzo positivo (la comida). Por tanto, es la propia paloma la que tiene que operar (de ahí el término operante) para que aparezcan las consecuencias que desea. Pero no sólo se basaba en obtener un refuerzo positivo (la comida), si no que cuando la paloma se equivocaba se desprendía una leve corriente eléctrica.

El Condicionamiento Operante es un tipo de aprendizaje el cual consiste en que, las probabilidades de que una determinada conducta tenga lugar van a depender básicamente de las consecuencias que dicha conducta tenga para el individuo. Dicho así parece complicado, pero antes que nada vamos a explicar los diferentes tipos de consecuencias que existen. Primero, encontramos el refuerzo positivo, ya descrito anteriormente. Es decir, si una determinada conducta nos proporciona un refuerzo positivo (en el caso anterior la comida), las probabilidades de que esa conducta aparezca en el futuro son mucho mayores. Suele aparecer mucho en niños, pero también en la vida cotidiana y en trastornos emocionales. Por ejemplo, un niño tiene una rabieta, cuando esto ocurre sus padres le prestan atención (refuerzo positivo). Por tanto, el niño aprende a que si tiene una rabieta sus padres le prestarán atención.

En segundo lugar, encontramos el refuerzo negativo, el cual significa que, si una determinada conducta nos alivia el malestar que estábamos padeciendo o algo negativo que no nos gusta la probabilidad de que se de esa conducta en el futuro aumenta. Esto es la base de muchos trastornos emocionales y mentales, siempre suele aparecer. Por ejemplo, el caso más claro es en trastornos de ansiedad. Imaginemos que una persona tiene fobia social y por tanto, su ansiedad aumenta cuando tiene que hablar en público. Lo que desea esa persona es evitar exponerse a la situación o simplemente escapar de ella. Al evitar o al escapar se produce el refuerzo negativo, ya que le resta ansiedad y el malestar que tenía desaparece. Pero no solo ocurre con trastornos emocionales, sino también en la vida cotidiana. Cuando algo no nos gusta evitamos o escapamos de esas situaciones para sentirnos mejor.

En tercer lugar, vamos a encontrar la extinción. Dicho proceso consiste en que, si tras la presentación de una determinada conducta no opera ninguna consecuencia o respuesta, dicha conducta desaparecería con el tiempo. Suele usarse mucho en intervención y el ejemplo más claro es que cuando un niño ha aprendido a llorar para que le presten atención (refuerzo positivo), lo que tienen que hacer los padres es extinguirles e ignorarles de manera contingente. De tal forma que, el niño compruebe que aunque llore sus padres no le van a prestar atención y por tanto, aprenderá a que llorando no consigue nada.

Por último, nos falta hablar del castigo, el cual consiste en que ante una determinada conducta la persona obtiene algo negativo o aversivo, lo cual hará que la probabilidad de que esa conducta se dé en un futuro disminuya. Es una práctica habitual como método de educación por parte de muchos padres, pero resulta erróneo e ineficaz. En intervención sería el último método utilizado para cambiar conductas y en ningún caso utilizando el castigo físico.

Por lo tanto, aplicando el condicionamiento operante podemos conseguir aumentar o disminuir determinadas conductas asociando dichas conductas a determinadas consecuencias.

En conclusión, el Condicionamiento Operante es imprescindible en nuestra vida diaria pero también para realizar intervención, ya sea para aumentar o para disminuir conductas. Por tanto, tiene múltiples aplicaciones a un grupo amplio de diversas conductas. En otros posts se explicará más detenidamente como utilizarlo dependiendo de la conducta o del trastorno.

Pero antes de terminar os vuelvo a hacer la pregunta ¿Existe algún comportamiento humano que no esté reforzado?

Mª Pilar Ferre Ribera